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estaban de luto.
A veces la muchacha cantaba en voz baja.
La cuarta mañana, cuando la caravana se movía muy lentamente, la muchacha
desmontó y llevó de las riendas a su caballo, para estirar las piernas.
Rob bajo la vista, y como estaba muy cerca de su carromato, le sonrió. Los ojos eran
enormes, del azul más oscuro que puede tener un iris. Su cara de pómulos altos
presentaba superficies amplias y delicadas. La boca era grande y madura, como todo
en ella, y sus labios se movían con rapidez y, curiosamente, resultaban muy
expresivos.
¿Cual es la lengua de sus canciones?
El gaélico.
Ya me parecía.
¿Como puede un sasseinach reconocer el gaélico?
¿Que es un sasseinach?
Es el nombre que damos a quienes viven al sur de Escocia.
Sospecho que ese termino no es un cumplido.
Claro que no reconoció ella, y esta vez sonrió.
¡Mary Margaret! grito su padre imprevistamente.
Ella se apresuró a ir a su encuentro, como una hija acostumbrada a obedecer.
¿Mary Margaret?
Debía de contar aproximadamente la edad que tendría ahora Anne Mary, pensó con
incomodidad. De pequeña, su hermana tenía el pelo castaño, aunque con algunos
matices rojizos...
"Esa chica no es Anne Mary , se recordó severamente. Sabía que debía que dejar de
ver a su hermana en todas las mujeres que no habían llegado a la ancianidad, porque
era un pasatiempo que podía convertirse en una forma de locura.
Y no era necesario hacer hincapié en ello, pues la hija de James Cullen no le
interesaba. Había mujeres atractivas más que suficientes en el mundo y decidió
mantenerse alejado de aquella.
Su padre resolvió, evidentemente, darle otra oportunidad de conversación, quizá
porque no lo había visto volver a hablar con los judíos. La quinta noche de camino,
James Cullen fue a visitarlo, llevando una botella de aguardiente de cebada; Rob le dio
la bienvenida y acepto un trago.
¡Entiendes de ovejas, señor Cole?
Cullen sonrió de oreja a oreja cuando le oyó responder que no, y se mostró dispuesto a
adiestrarlo.
Hay ovejas y ovejas. En Kilmarnock, asiento de las posesiones Cull las ovejas suelen
ser tan pequeñas que solo llegan a pesar doce piedras. Me han dicho que en Oriente
doblan ese tamaño, tienen pelo largo y no corto y un vellón más denso que el de las
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bestias escocesas. Es tan espeso, cuando se hila y se convierte en mercancía, que la
lluvia no lo empapa.
Cullen dijo que pensaba comprar ganado reproductor cuando encontrara el de la
mejor calidad, para llevárselo consigo a Kilmarnock.
"Eso exigirá mucho capital, una buena cantidad de dinero de cambio se dijo Rob, y
comprendió por que Cullen necesitaba caballos de carga.
sería mejor que el escocés también llevara guardaespaldas, reflexionó.
Estás haciendo un largo viaje, y permanecerás mucho tiempo lejos tus posesiones.
Lo he dejado en buenas manos, al cuidado de parientes que merecen toda mi
confianza. Me resultó muy difícil tomar la decisión, pero... seis meses antes de salir de
Escocía enterré a mi esposa, después de veintidós años matrimonio.
Cullen hizo una mueca, se llevó la botella a la boca y se echo un buen trago al coleto.
"Eso explica la tristeza de esta gente , pensó Rob. El cirujano barbero que había en él
lo llevo a preguntar cual había sido la causa aquel fallecimiento.
Tenía bultos en los dos pechos, bultos duros. Empezó a ponerse pálida y débil,
perdió el apetito y la voluntad. Al final sentía terribles dolores. Se tomó tiempo para
morir, pero pasó a mejor vida antes de lo que creía. Se llamaba Jura. Bien... Me
entregué seis semanas a la bebida, comprendí que no era esa la salida. Durante años
me había dedicado a lotear sobre la compra de buen ganado en Anatolia, sin haber
pensado nunca que llegaría a hacerlo. Entonces tomé la decisión.
Le ofreció la botella y no se ofendió cuando Rob meneó la cabeza.
Es hora de orinar dijo, y sonrió afablemente.
Ya había vaciado una buena cantidad del contenido de la botella, y cuando intentó
incorporarse e irse, Rob tuvo que ayudarlo.
Buenas noches, señor Cullen. Vuelva a visitarme.
Buenas noches, señor Cole.
Mientras observaba cómo se alejaba con paso inseguro, Rob se dio cuenta de que no
había mencionado ni una sola vez a su hija.
La tarde siguiente, un viajante de comerció francés, de nombre Felix Roux, que
ocupaba el puesto trigésimo octavo en la fila de marcha, fue arrojado de la montura
cuando su caballo se espantó al ver un tejón. Cayó malamente a tierra, con todo el
peso del cuerpo en el antebrazo izquierdo. Se fracturó el hueso y le quedó un miembro
colgado y torcido. Kerl Fritta mandó a buscar al cirujano barbero, que encajó el hueso
e inmovilizó el tazo. La operación fue sumamente dolorosa. Rob se esforzó por
informarle Roux que aunque el brazo le produciría sufrimientos cuando cabalgara, no
tendría que abandonar la caravana. Finalmente, hizo que se acercara Seredy para
decirle al paciente cómo debía manejar el cabestrillo.
Su expresión era meditabunda mientras regresaba al carromato. Había accedido a
tratar a los viajeros enfermos varias veces por semana. Aunque daba propinas
generosas a Seredy, sabía que no podía seguir usando como intérprete al sirviente de
James Cullen.
De vuelta en su carromato, vio a Simón ben Ha Levi sentado cerca, a ras del suelo,
remendando la cincha de una silla de montar. Se acercó al joven judío y le preguntó:
Sabes francés y alemán?
El joven asintió mientras se llevaba una correa a la boca y arrancaba con sus dientes
el hilo encerado.
Rob habló y ha Levi escuchó. Por último, como los términos eran generosos y el
trabajo no le exigía demasiado tiempo, aceptó el cargo de intérprete del cirujano
barbero. Rob estaba muy contento.
¿Cómo es que sabes tantos idiomas?
Nosotros somos mercaderes internacionales. Viajamos constantemente y tenemos
relaciones familiares en los mercados de muchos países. Los idiomas forman parte de
nuestro negocio. Por ejemplo, el joven Tuveh está estudiando la lengua de los
mandarines, porque dentro de tres años hará la Ruta de la Seda y entrará a trabajar
en la empresa de mi tío.
Su tío, Issachar ben Nachum, explicó, dirigía una sucursal de la familia Kai Feng Fu,
de la que cada tres años enviaba una caravana de sedas, pimienta y otros productos
orientales exóticos a Meshed, en Persia. Y cada tres años desde que era pequeño,
Simón y otros varones de la familia viajaban desde su hogar en Angora a Meshed. Allí
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se hacían cargo de una caravana de ricas mercancías, y regresaban al reino franco de
Oriente.
Rob J. sintió que se le aceleraba el pulso.
¿Conoces la lengua persa?
Naturalmente. El parsi.
Rob lo miró con ojos desorbitados.
Se llama parsi.
¿Me lo enseñarás?
Simón ben ha Levi vaciló, porque aquello era harina de otro costal. Podía ocuparle
mucho tiempo.
Te pagaré bien.
¿Para qué quieres saber parsi?
Necesitaré emplearlo cuando llegue a Persia.
¿Quieres hacer negocios regularmente? ¿Regresar a Persia una y otra vez para
comprar hierbas y productos farmacéuticos, como hacemos nosotros para adquirir
sedas y especias?
Quizá. Rob J. se encogió de hombros en un gesto digno de Asher . Un poco de
esto y un poco de aquello.
Simón sonrió. Empezó a garabatear la primera lección en la tierra, con un palo, pero el
resultado fue insatisfactorio; Rob fue al carromato, cogió sus útiles de dibujo y una
rodaja limpia de madera de haya. Simón lo inició en parsi tal como mamá le había
enseñado a leer inglés muchos años atrás, empezando por el alfabeto. Las letras del
parsi se componían de puntos y líneas onduladas. ¡Por la sangre de Cristo! El lenguaje
escrito parecía mierda de paloma, rastros de pájaros, virutas rizadas, lombrices que
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